Muchas organizaciones piensan que lo más importante que deben hacer cuando se enfrentan a un problema es resolverlo lo más rápido posible. ¿Está Usted de acuerdo? Creo que se trata de una estrategia equivocada.
Cuando se rompe una tubería de agua, la gente se aboca con urgencia a secar el suelo y reparar la avería por donde se fuga el agua; aunque suelen dejar de lado lo importante: ¿se revisa si existe una causa subyacente del derrame? La alta presión, la falta de mantenimiento, el deterioro de una junta, objetos circulando por adentro de los tubos, un acto de vandalismo…
El primer paso debería ser indudablemente secar el suelo para no agravar las dificultades; mientras se determina si se está solucionando el problema o dedicando recursos a atender algunas de sus consecuencias.
El consejo “Dame seis horas para cortar un árbol y pasaré las primeras cuatro afilando el hacha” atribuido a Abraham Lincoln, refritado por Stephen Covey en su parábola sobre el leñador que perdía productividad, también se aplica a la solución de problemas organizacionales que deterioran a la excelencia operacional.
El paso más importante en el proceso de solución de problemas es identificar y definir primero cuál es el problema. Esto implica diagnosticar la situación para concentrar la atención en el problema real y no en sus síntomas.
Siguiendo la línea de aquel consejo, Albert Einstein dijo una vez: “si me dieran una hora para salvar el planeta, dedicaría 59 minutos a definir el problema y un minuto a resolverlo”.
En la base de toda buena solución subyace el pensamiento crítico para conocer con precisión cuál es el problema real.
- Investigue.
- Identifique la raíz y diferencie los síntomas.
- Evite confundir lo importante con lo urgente.
- Actúe estableciendo un esquema simple y realista de prioridades.
- Consulte con expertos.
¿Lo ha solucionado?
Ahora tómese el tiempo necesario para crear una lección que le ayude a evitar y/o solucionar con eficiencia y eficacia otros problemas similares.
